miércoles, abril 11, 2012

Dia 11 - De Rovaniemi a Inari (328 Kms)



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Hoy diana a las 7. Se va notando el cansancio. Seguro que luego me quedaré frito en el bus.
Al coger el ascensor, con vistas al exterior, para bajar al comedor me froto los ojos. ¿Estaba esto tan blanco ayer o es que ha nevado esta noche? ¡Vaya!. ¡No solo ha caído una buena nevada sino que sigue nevando y de lo lindo! Qué mejor día para adentrarnos 350 Kms por encima del círculo polar.


Pero a lo nuestro, lo mejor que tiene poder ir a un buen hotel, sobre todo los nórdicos, es el desayuno, aunque yo los aprovecho poco.
El del Scandic es tan excesivo que es casi obsceno. A mí,  que como por la vista, me produce un cierto stress, al menos los primeros días. No sé donde están las cosas y empiezo a moverme por el buffet como un pollo sin cabeza. Aquí está el agua caliente pero no encuentro el té. Los cereales están en la otra punta. ¿qué son todas estas bandejas tapadas? ¡Dios mío, judías con tomate! ¿Me atrevo con este pescado tan típico de aquí y tan poco apetecible? ¡Demonios, por aquí ya he pasado tres veces! ¿Donde coño está el zumo? ¡Perfecto!, ya he llevado todo a la mesa y me he olvidado los cubiertos. Vale, y ahora las servilletas.
Al final acabo con un té, un vaso de zumo y unos tristes huevos revueltos con bacon (debo mimar mi colesterol). No me entra más. ¡Que desperdicio!
Es tan moderno el comedor que tiene hasta guardería para que los niños, que comen en 30 segundos, no interfieran en el atracón que se están pegando los padres.


Como mi bus sale a las 11:30 me arriesgo a dar una vuelta por la ciudad. Rovaniemi no es muy grande y quiero fotografiar las obras de Alvar Aalto: la biblioteca y el Lappia Hall.
Yo nunca he estado en el pueblo de "Médico en Alaska" pero siempre me lo he imaginado como lo que me encuentro al salir del hotel. Esto es una ciudad nórdica en un día razonablemente bueno de invierno, y digo bueno porque en abril ya hay mucha luz. En diciembre debe de ser digno de ver, si es que se ve algo.


Y nevar, pues sí. Sigue nevando.


¿Algún amante de la fotografía ha intentado hacer fotos con un paraguas en la mano (el único que lo lleva en la ciudad) mientras la nieve te llega en sentido horizontal empujada por el viento?. Hay que tapar la lente con la mano para hacer una foto y luego secarla y ponerle inmediatamente la tapa y proteger la cámara como puedas, mientras el viento se te lleva el paraguas y tu intentas no patinar en la nieve/hielo. Echo en falta una especie de capelina para tapar la cámara al hacer la foto y después para protegerla de la nieve que va cayendo.
Pero no me quejo porque me lo estoy pasando en grande. Nunca me he visto en una de estas y para eso viajo. Tienes la sensación de estar en el NORTE con mayúsculas.
Llego al centro arquitectónico que forman la biblioteca, el Lappia Hall y un edificio que creo que es la universidad o parte de ella.
El complejo del Lapia Hall está precioso bajo la nieve. Es un día laborable y la gente va y viene sin importarle lo más mínimo la nieve. Están más que acostumbrados. Me sorprende que muchos vayan en bicicleta. Deben llevar algun tipo de tacos especial aunque yo no lo veo.


La biblioteca.


El Lappia Hall.

Rovaniemi: The Lappia Hall

Se acabó el recreo, hay que viajar. Vuelvo al hotel, cojo los trastos y voy hacia la estación de bus, a 1km aproximadamente, arrastrando la mochila por la nieve tratando de mantener el equilibrio y con una cierta prisa. Por desgracia, justo a pocos metros de la entrada de la estación metro pie en agujero y el daño que me produce me indica que la rotura se ha agravado. Como puedo, llego a la cafetería de la estación que en el norte son pequeñas y acojedoras, lástima del café. Así que me pido un té mientras fuera cae una buena ventisca y los autobuses se van cubriendo de nieve.




Por desgracia ya me voy acostumbrando a que las primeras plazas ya estén ocupadas pero tampoco estoy mal situado. Intento enseñar mi billete al conductor pero me echa hacia adentro con un bufido. No es la hora de cobrar y si no es la hora de cobrar no se cobra, parece mentira que no nos demos cuenta.
La verdad es que el bus está bastante lleno para ir a culo del mundo. Se supone que viene de Oulu y llega hasta Karasjok y luego allí, si haces transbordo, puedes llegar hasta el cabo norte hacia las 12 de la noche. El de vuelta sale hacia la 1 de la madrugada. Lo haría si fuese verano.
Me ocurre algo parecido con lo de la casa de Papa Noel. Después de arrastrar durante 1,5 kms la mochila por la nieve y casi dejarme la pierna en el intento, resulta que pasa por delante de mi hotel y para un poco más allá. En la parada no pone nada. Parece que si hay cualquier parada y el bus pasa por allí lo puedes parar. Practico si es, pero tienes que estar seguro que pasa por esa parada.
La siguiente parada es el aeropuerto de Rovaniemi. Tarda unos 30 min y aun faltan 360 kms a Inari.
¡Dios! Vuelvo a pasar por el pueblo de Papa Noel. Sólo hay una carretera hacia el norte. ¡Lógico!
Pasamos la señal del circulo polar. Parece que se han cansado de poner cada 20 kms la señal de los alces y han puesto una con un mapa de Laponia que parece que dice "de aqui parriba to renos".
Pues no, a pesar de aquella señal veo que siguen poniendo la del alce, y es que para mí son todos son iguales, peludos y con cuernos. También hay bastantes señales de cámaras de radares.
Siempre me me ha gustado que me hagan fotos cuando viajo aunque encuentro que estas son demasiado caras y sueles salir de culo.
Vamos adelantando coches que van demasiado lentro para el expreso Rovaniemi-Karasjok. No hay duda somos los más rápidos de la carretera.
Como esto siga así y lo de la cámara del radar sea verdad vamos a tener fotos para llenar un albúm del fotoprix. Es broma porque la aguja del cuentakilómetros que veo desde mi asiento parece clavada en la velocidad límite, que con la nieve que hay fuera no es para tomárselo a broma.
Los abedules parecen ceder y aquí ganan ya los abetos ya por goleada. Tienen las ramas blancas de la cantidad nieve acumulada.
Empiezan a aparecer montañas, no muy altas, de unos 200 metros pero no las había visto hasta ahora. Nos adentramos en el paisaje ondulado de Laponia.
Sigue nevando y la carretera son 4 carriles negros, dos para las ruedas de los que van por la derecha y otros dos para la izquierda.


Hasta ahora que ya ni se ven.


Las paradas de bus tienen tanta nieve que con un poco de maña las puedes convertir en un iglu..


Nosotros seguimos adelantando coches. Nuestra velocidad es constante de 90-100, mientras que el resto de los coches van a 60-70 Km/h. No puedo menos que mirar a los demás pasajeros, como hago en los aviones cuando hay turbulencias fuertes, para ver si esto es normal. Parece ser que sí porque no descubro ninguna expresión de miedo salvo la mía cuando me veo reflejado en el cristal. El hielo a veces hace un crujido siniestro cuando lo rompemos al pasar por encima e incluso a veces derrapamos un poco en alguna curva. La verdad es que paso bastante miedo pero me lo estoy pasando "pipa", como en las películas de terror.
Mi sitio preferido, asientos 4 y 5, delante de todo, lo ha ocupado una abuela con sus dos hijos mayores y que están en el 2 y el 3.
Visto lo visto no puedo menos que pensar que a la abuela que han colocado delante o bien le gustan las emociones fuertes o es que sus hijos quieren heredar pronto y la han puesto ahí para matarla del susto.
De momento le han dado unas gominolas para que se distraiga. También podría ser que quieran asegurar la jugada matándola de un empacho o una subida de azucar porque se ha zampado ya la mitad de la bolsa y la tía sigue comiendo.
Esto cada vez está peor, como siga así tendrmeos que seguir con huskies.
De repente la carretera se ensancha muchísimo, hemos entrado en lo que parece una pista de eorpuerto de emergencia. No es la primera vez que lo veo. Quizás incluso fue aquí cuando hace casi 30 años íbamos por una carretera de Laponia y de repente estábamos en circulando por una pista de aterrizaje con su luces y todo y con el consiguiente susto e incredulidad.



Hombre! Una maquina quitanieves pero en sentido contrario!. Tranquilos que en este sentido ya estamos nosotros.



Nos acercamos al camping de Sodankyla. En eso estaba yo ahora pensando, aunque aquí tanto en verano como lógicamente en invierno el turismo de camping es turismo de bungalows o motorhomes.
Un valiente se sienta al lado del condutor, creo que quiere bajar aquí- ¡Que pena!, ¡tan joven!. Baja junto a una señal de atención bicicletas. Debe tenerla por ahi enterrrada bajo la nieve.



Otro coche adelantado. Somos como un rompehielos. Aun no nos ha adelantado nadie.
Estamos llegando a Sodankyla y en las afueras otro valiente que baja. Por lo que preguntan los hijos al conductor parece ser que  la abuela va al mismo hotel que yo. Estaré al tanto de las maniobras de los hijos. Ella, ajena a todo sigue comiendo gominolas. Debe de ir por la segunda bolsa.
Por fin Llegamos a Sodankyla.


- 20 minutos - dice el conductor aunque no sé para qué para tanto. En 5 minutos ya nos habremos congelado todos.


Cuando bajo del autobús el corazón me da un vuelco. Cuando explico batallitas siempre digo que el peor café de mi vida lo tomé en una estación de bus de Finlandia. Bueno, ¡¡pues es esta!!!!


Por aquello del morbo y un poco de inquietud científica vuelvo a pedir café. Por suerte no está tan malo como entonces. Bueno, digamos que simplemente no es vomitivo o al menos no es el que quedaba en el fondo de la cafetera y me lo puedo tomar.
El conductor se sienta con un parroquiano con gorro lapón que me mira con curiosidad. Más o menos con la misma que lo miro yo para ver si es un genuino lapón o es que se ha puesto un gorro guapo. No lo tengo claro.
Estos autobuses cumplen una función importante en Laponia. Suele haber uno al día en cada sentido y además de llevar a la gente son también los encargados de llevar el correo y otros bultos.



Al subir al autocar descubro con consternación que me ha quitado el asiento una abuela. Lo normal es dejar la chaqueta o el jersey pero no está el tiempo para hostias y me he puesto todo lo que tenía para bajar.
Cuando se da cuenta de mi sorpresa se quiere levantar pero le digo que tranquila, va cargada con bolsas y uno tiene su educación. Me siento bastante más atrás. Ella se gira y me dice con un guiño de complicidad que en 10 minutos baja, y luego se pone a charlar con la de al lado, que venía de Rovaniemi, como si la conociera de toda la vida, lo cual es posible, porque aquí arriba son cuatro gatos y el cabo.
No me ha engañado, a unos 10 kms de Sodankyla baja y recupero mi sitio.
Vamos mejorando, ahora ya ni se ve la carretera, así que vamos por el medio y un poquito más lento.


Solo nos acercamos a la derecha cuando aparece otro coche. Hay bastante tráfico. Coches a la vista. Se avecina otro adelantamiento. Son dos o tres que, viendo nuestra velocidad, se meten en un parquing para que los adelantemos.
- Zzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzz
Me quedo frito, cosa muy rara en mí cuando viajo, no mucho, unos 15'. El cansancio se va acumulando
Pasamos junto a un río enorme que no está helado y que ya vi en 2007, debe ser por los minerales que lleva o por la velocidad de la corriente. Veo un cartel que pone Puurasuvanto. Suvanto es remanso en finlandés.




Dejamos las montañas y por un momento volvemos a las llanuras con rectas inmensas


Pero es solo un amago y  en seguida vuelven las colinas y no hacemos más que subir y bajar. Los letreros están en finlandés y ruso, indicativo de lo que cerca que está la frontera. De hecho esto es la continuación de la siberia europea.
Pasamos junto a Tankvaara que a principios del siglo pasado vivió la fiebre del oro y igual que el Klondike en Alaska. Ahora hay un museo del oro y tanto en verano como en invierno se puede batear en busca de oro. En invierno bajo techo por supuesto, pero viendo las condiciones climáticas uno puede imaginarse como debía de ser la vida de los buscadores tanto aquí como en Alaska, porque seguro que no buscaban sólo en verano.
El viento comienza a soplar y mueve la nieve recién caída sobre la carretera. Es muy bonito, parecen olas.
Nos acercamos a Saariselka uno de los centros más importante de esquí y deportes de de nieve en Laponia. Se empiezan a ver carril snowmobile junto a la carretera.
Aquí podemos ver un pequeño ejemplo de como adelantábamos los coches por las carreteras laponas.



Hay que recalcar, como he apuntado antes, que no incumplíamos las normas de circulación. Pero si ponía máximo 100 ibamos a 100 y si era 90, íbamos a 90, aunque no se viese carretera.
Llegamos a Saariselka en plena ventisca. No se si Saariselka era un pueblo, yo solo veo un conglomerado de hoteles típico de una estación de esquí. Está situada a 31 kms de Ivalo que tiene aeropuerto, de modo que los quieren esquiar van hasta a Ivalo y luego se alojan aquí, aunque en Ivalo debe ser más barato. Rovaniemi que también tiene aeropuerto cae más lejos.


El paisaje de Saariselka es suaves colinas peladas, no se si por el clima o para aprovecharlas para estación de esquí.



Hacia las cuatro llegamos a Ivalo. Pasamos junto al Ivalo River Camping donde acampé hace muchos muchos años. El camping, junto al río, estaba llena de pirita, "el oro de los tontos", y aunque suponíamos que era pirita, el hecho de que estuviesemos cerca de Tankavaara, zona aurífera, hizo que recogisiemos un par de kilos, no fuera a ser..... Más tarde en Rovaniemi nos dijeros que efectivamente era pirita y que. si bien tenía un cierto valor, no era evidentemente el del oro. Fue divertido hacer de "buscadores de oro".
También había unos mosquitos criminales, muy pequeños, que solo iban a los ojos. Montar y desmontar la tienda fue un suplicio. Acabamos todos con los ojos irritados.
Paramos en Ivalo, unos 30 minutos. Ivalo es una calle de unos 2 kms y las casas y servicios se disponen en torno a ella. La estación de autobuses está en un extremo y el hotel al que fui en 2007 en el otro. Tuve que arrastar la maleta durante esos 2 kms por la nieve.


Paramos junto a un pequeño café/estafeta de correos. El lavabo es gratis para los clientes pero si no cuesta1€ y como el café cuesta 1,20 pues insisto. Aquí compruebo que el café no mejora con la latitud. Es agua con aroma de café.


Pone que estamos a 2º. Podía ser peor, al menos no nieva. y aquí la vida sigue con naturalidad. Algo que nos choca mucho a los "sureños". Los peques vuelven del colé con sus anoraks multicolores.
Los noruegos tienen dos grandes dichos que he hecho míos: "en Noruega no hay conductores malos" (porque están todos muertos) y "no hay frío sino gente mal equipada". Esto es Finlandia pero se puede aplicar. Seguro que estos niños no tienen frío.


Al volver al bus lo inevitable. Una mujer que me ha visto hacer fotos desde mi asiento me pregunta de donde soy. Le hace mucha gracia que sea español. Ahora lo entiende todo.
La abuela del asiento 3 debe tener un subidon de azucar porque no para de reir y está hiperactiva.
A poco de salir empieza a llover y recuperamos la carretera y sus roderas. Vamos serpenteando por la orilla del inmenso lago Inari
Llegamos a Inari. Si Ivalo era pequeño Inari es más pequeño que mi pueblo que ya es decir. No creo que llegué a los 100 habitantes, es más, a duras penas debe llegar a los 50, al menos en lo que es el núcleo urbano.
El autobus hace dos paradas, los dos hoteles. Yo estoy en el segundo, a unos 500m del centro del pueblo. Dicen que el roce hace el cariño. El conductor me ha tomado simpatía y me sonríe mientras me ayuda a sacar el equipaje. También baja la señora mayor y sus hijos y el bus sigue su camino hacia el norte. Tiene que llegar a Karasjok antes de que añochezca.
Mi hotel, el Kultahovi, está en mitad del bosque, junto al río Inari que desemboca en el lago del mismo nombre un poco más allá.


El hotel es de tipo familiar., bastante entrañable. Mi habitación es pequeña pero coqueta y me gusta. Y la gente del hotel es amable aunque ha costado que apareciera alguien por recepción. Lo malo es que no hay ascensor. Afortunadamente solo hay un dos pisos.


Oficialmente tiene vistas al río, es decir a la nieve y al bosque. Mi única esperanza es que por la noche me permita ver si hay alguna aurora boreal aunque tal y como está de nublado va a ser que no.
Como de costumbre, dejo los trastos y me voy de exploración, aunque visto lo visto creo que seré breve.
Al salir del hotel pongo en práctica todo lo que sé sobre caminar sobre el hielo. A estas alturas ya soy un experto. Pasitos pequeños, lentos y buscando todo lo que sea negro (tierra) o nieve fresca.
Al salir del bosque y llegar a la carretera que va al hotel miro a mi alrededor y la sensación es de que estoy solo en el mundo. Me pasó igual en poblado cerrado de Santa Claus.


Sigo caminando hacia la carretera principal y ¡Oh!, ¡que es esto! ¡Vaya pedazo de edificio! Y más aquí en medio de la nada ¿Será el museo? Quizás, porque hay muchos coches en la puerta.


Resulta ser una especie de auditorio, centro de convenciones y biblioteca. Llego pasito a pasito y me encuentro con un montón de gente trajeada y con una identificación tomando copas de champán y charlando animadamente. Yo me voy para la biblioteca que está al lado separada por un cristal. Me encantaría tener tiempo para hojear algunos de los libros que veo. Como llevo tantas capas que parece que venga de una expedición polar del siglo pasado enseguida capto la atención de la bibliotecaria. Eso y que soy su único cliente.
- Qué están haciendo aquí al lado -le pregunto
Me explica que es una convención sobre la cultura de los lapones.
- ¿Puedo entrar?
- Inténtalo -me responde con una mirada pícara encogiéndose de hombros.
¡Suficiente! Allá que voy. Como si estuviera en mi casa. La cuestión es ir con naturalidad. Con pinta de "me he dejado la acreditación en casa pero soy de los vuestros". Voy vestido un poco raro pero es que soy muy excéntrico.
Me doy una vuelta por el hall, donde están todos hablando, riendo y bebiendo. Es justo como imaginaba que sería una convención de estas, todos con pinta de muy académicos y haciendo relaciones sociales. No creo que haya nadie de la UB por aquí. Hay que tener pasta para enviar a un académico hasta aquí y en el departamento de antropología, al menos cuando yo estudié estaban más interesado en los nativos de nueva guinea o de las islas Trobiand. Aunque ahora que recuerdo estudiamos la ceremonia del potlach de los indios americanos, los kwakiutl.
Aparece un hombre de menos de 1,60. rubio, muy ancho y rasgos asiáticos vestido con el traje tradicional Sami. ¡Vaya! Parece que por fin voy a ver a uno, aunque sea de exposición. En el que viaje por Suecia, Finlandia y Noruega del 2009, el único reno que vi fue uno disecado en una tienda de souvenirs de Helsinki.
Todos se reunen en torno a él y admirando su traje que el luce con orgullo. Tendría que haberle hecho una foto pero nadie le hace y habría cantado demasiado.
Me cuelo hacia adentro, hay un grupo musical afinando y al fondo veo un comedor con los cubiertos preparados. Aprender no se si van a prender mucho pero seguro que se lo pasan bien.
Me acerco a una mostrador y veo que van a pasar una película sobre la vida lapona. Es en inglés pero podría se peor, podría ser en finalndés o incluso en checo. ¡Dios! ¡Que siesta me eché en el castillo de Praga durante la proyección de un documental!
Le pregunto la chica que hay allí, a que hora la hacen y su puedo verla,  y entonces se percata de soy un intruso.
- ¡La cena es privada! -me dice mirándome como si hubiese matado al sami
- No, no, si yo no quiero cenar -le explico- Soy antropólogo (una verdad a medias), estoy aquí de turismo, me gusta la cultura Sami, por eso he llegado hasta aquí, y me gustaría poder ver esa película.
Eso la tranquiliza.
- Es mañana por la noche -me dice
- Pues va a ser que no porque me voy por la mañana. ¡Qué lástima! No tenía plan para esta noche.
De vuelta a la intemperie llego caminando hasta la carretera principal y luego sigo en dirección Karatsjok, atravesando un puente sobre el río Juutua que es toda una odisea, por el hielo, por el agua y por los camiones que pasan a toda velocidad y que te pueden dejar como un pollo.


El lago Inari está helado y cubierto por una gruesa capa atravesada por muchos huellas de motos de nieve.
Al fondo parece abrirse un claro entre las nubes.
¿Tendré suerte y podré ver una aurora boreal?


El museo lapón o Sami, razón por la que he venido hasta aquí, se llama Siida y está considerado como el mejor exponente de la cultura Sami. De hecho Inari, hasta que llegó el progreso, era donde se concentraba  buena parte de la actividad pueblo Sami, su verdadera capital. Evidentemente, al ser nómadas, la ocupación era estacional y no había casas de piedra sino tiendas. Hoy hay un núcleo estable pero pequeño y sobre todo disperso, invisible sin alguien que te lo enseñe. También hace falta bastante dinero para poder moverte por aquí y disfrutar de todo su atractivo turístico.


Son casi las 7, el Siida está cerrado, pero veo que abren mañana a las 10. Mi bus sale sobre las 12. Será una visita rápida.


Media vuelta, vamos a la ciudad. El Siida está a la orilla del lago, junto al embarcadero ahora sin sentido. Si vuelvo alguna vez en verano seguro que no lo reconozco.


El núcleo principal también está justo al lago y simplemente desde la carretera se puede ver toda la majestuosidad del lago Inari.



Al otro lado se encuentran las casas y negocios de los escasos habitantes de esta "ciudad".


Con esa uniformidad monocromática los días nublados, la mayoría, que te explican el porqué del colorido de las casas.



El otro hotel, el Inari parece más moderno, pero ya me está bien el mío.


Siguiendo el lado izquierdo de la carretera, llego hasta otro de los edificios singulares de Inari, su Iglesia o la única que he encontrado. Es de madera y es preciosa pero está cerrada y no puedo verla por dentro.



Por fin encuentro las casas, están enfrente de la iglesia. Hay una que parece hasta una escuela. Quizás sea este el mínimo núcleo poblado de Inari alrededor del cual se montó la parte comercial.




Por este lado ya no hay más así que vuelvo hacia el hotel por el otro. Ha sido una visita exhaustiva de la ciudad, que me da una idea de aquí la gente mucha vida en la calle no hace y que salvo trabajar en lo sea o pasear por esta naturaleza maravillosa en moto de nieve o esquíes no hay nada que hacer.
Aun así esta soledad me abruma y me maravilla al mismo tiempo. ¡Vamos de tiendas! Además del super y la gasolinera hay una maravillosa tienda pueblo con "todo" lo que alguien de esta zona pueda necesitar. Como aquellas tiendas de ultramarinos de nuestros pueblos, pero aquí las reinas son las herramientas y las revistas.


Veo un humano a lo lejos y me acerco por pura empatía. Debe de ser el instinto mediterráneo. Pero desparece antes de que llegue penosamente a través del hielo y sólo me encuentro con unos caballos que parecen muy preparados para soportar este frío. No sé si son autóctonos pero parecen caballos de la estepa siberiana. Son preciosos y supongo que deben ser algún tipo de reclamo turístico, quizás para pasear trineos.


Ya tengo bastante, así que vuelvo a mi hotel haciendo equilibrios sobre el hielo.
En cada viaje me doy un homenaje y ceno o como en algún sitio especial, así que dejo de lado la comida rápida o los bocatas caseros y decido cenar en el restaurante del hotel alguna especialidad nórdica.
Como tengo un "problemilla" con los lácteos debo de tener bastante cuidado con las salsas, así que pido lo parece ser un estofado de reno. Me encantan los estofados. Desde el salón restaurante veo un grupo musical que se prepara para alguna actuación este noche. En el auditorio también había otro grupo lo cual no deja de ser sorprendente en un lugar tan alejado de todo.
La cena es horrorosa. Un montañita de puré de patatas en forma de volcán donde se hayan depositados trozos de carne de reno hervida sin más y sin ningún tipo de salsa. En torno a esto hay unas pequeñas tiras de mermelada de frutos del bosque.
Lo más bueno de plato, sin duda, la mermelada, seguida del puré, que podía haber sido perfectamente de bote y por último la carne. Con una cervecita ligera para beber y todo ello a un precio prohibitivo.
Después de la gloriosa cena subo a mi habitación y miro por la ventana. Por supuesto está nublado y hay alguna aurora boreal pues muy bien. Así que sigo mis rutinas con las fotos mientras oigo lo que creo que es la SER por Internet y hago un repaso mental de todo lo vivido durante el día, comprobando, como ya sé, que los días más intensos emocionalmente son los de viaje. No duro mucho, estoy agotado.