martes, agosto 05, 2008

Bled-Maribor


El día siguiente amanece un poco nublado. Camino de nuestro ultimo desayuno en Vila Preseren aprovechamos para hacer las ultimas fotos de bled con esta luz y cielo diferentes. El Castillo está especialmente dramático con el cielo plomizo.


Podríamos hacer cada día las mismas fotos de Bled, cosa que casi he hecho, y son todas diferentes.


El lago está muy tranquilo a esta hora y es una maravilla contemplarlo. También se nota un poco el cansancio de la excursion del día anterior y estamos más aplatanados quizás por el hecho de marchar de ésta región tan bonita. Somos conscientes de que hemos visto lo más bonito de Eslovenia al principio de nuestro recorrido y esperamos que el resto no nos sepa a poco.



De vuelta al hotel, abandonado como siempre y más hoy que es domingo, hemos de esperar más de una hora para que venga alguien y podamos pagarle y marchar. No les funciona ni la impresora y no nos pueden dar ningun recibo. Un desastre aunque solo para dormir y desayunar está más que bien

El recorrido de Bled a Maribor es practicamente todo por autopista, y aunque está a unos 300 kms se hace bastante rapido. Hay peajes pero sólo para los camiones, el resto, con la viñeta, no hace falta que pare en las casetas. Atravesamos la parte más llana de Eslovenia y el paisaje es un poco monótono, aunque los pueblos que se ven desde la autopista parecen bastante bonitos.


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Maribor es la segunda ciudad de Eslovenia y fue fundada junto al río Drava hacia el siglo XII.
Su espacio más representativo es la plaza principal, en la que se encuentra, como en otras muchas ciudades centroeuropeas, la columna de la Plaga, el monumento en conmemoración del final de la plaga de la peste que asoló la ciudad en el siglo XVII y se llevó a un tercio de sus habitantes.



En dicha columna se hallan represntadas las fuerzas vivas de la ciudad, entre ellas el obispo Slomsek y el general Rudolf Maister, liberador de la ciudad.

Nos alojamos en el hotel Orel que consta de dos partes. La de lujo, con el precio acorde y la del hostel, bastante más cutre, pero muy funcional. Curiosamente la habitacion individual cuesta igual que la doble así cogimos tres individuales. La experiencia indica que, tras varios días de viaje en los que estas junto las 24 horas, un poco de espacio privado se agradece. Además siempre está opción de juntarnos todos en una habitación cuando queramos.

El hotel está practicamente en el centro y hay que entrar en la zona peatonal marcando un codigo para que baje un pivote. Esto fue causa de no pocos cómicos problemas aunque no fuimos los únicos ya otro se llevo medio pivote.


La habitaciones del hostel no tienen aire acondicionado, de modo que en agosto debes dormir con la ventana abierta. De esta manera tienes el privilegio de comprobar que si en Bled, tocaban 140 campanadas a las 7 de la mañana, en Maribor, las campanas de la catedral, muy cerca del hotel, llegan hasta las 200 (las conté) a la misma hora.

La comida sigue siendo muy barata, al menos en las pizzerías. Los helados también son muy recomendables, por precio y cantidad.


La ciudad la encontramos sosa, quizás lo más bonito sea el Lent, el antiguo puerto fluvial donde se concentraba el comercio del vino y se cobraban los peajes sobre el trasporte por el río.


En el Lent se encuentran dos enormes torreones que parecen delimitar y defender el puerto y junto a uno de ellos se encuentra la que se considera la viña, emparrada, más antigua del mundo (eso al menos dicen ellos), con más de 400 años y que aun da uvas.


También tiene su propia personalidad, el puente viejo, el Stari Most, construído entre 1906 y 1912 y considerado como uno de los más hermosos puentes del imperio Austro-Húngaro.


Paseando por la otra orilla del Drava llegamos a la Iglesia de San José (St. Joseph) construída de 1675 a 1681 en accion de gracias por el cese de la peste y que era lugar de peregrinación.


Las vistas más bonitas de la ciudad son precisamente desde esta orilla opuesta, sobre todo las puestas de sol. Es quizás la otra imagen típica de Maribor, aunque hay que decir que en ésta orilla, la gente y los barrios que ves no tienen un aspecto muy tranquilizador.


Justo a ambos lados del río hay caminos por los que es muy habitual ver gente corriendo o paseando en bici. Pere alquiló una y se dió un paseo tremendo. Las bicis tampoco eran caras y se podían alquilar tanto en el hotel como en el Tourist Information.



Para rematar la jornada buscamos un punto alto desde donde contemplar una buena vista nocturna de la ciudad. Tenemos dos opciones, ir a las pista de esquí, pero están fuera de la ciudad, al otro lado del río, y la combinación no parece muy clara o subir a una de las dos colinas gemelas, mucho más cercanas, en un extremo de la ciudad, Kalvarius y Piramida. Optamos por está última y, tras atravesar un precioso viñedo que ocupa toda la ladera de la montaña y que muestran inequívocamente el caracter vinícola de la región, llegamos a la cima donde hay una pequeña ermita iluminada con la ciudad a nuestros pies.


El camino no siempre está iluminado y no está demás una linterna si lo haces de noche, aunque esto no parece importar a los muchos corredores que nos encontramos por el camino.