domingo, abril 08, 2012

Día 8 - Jyväskylä - Triple Salto



Hoy bato el record... de jet lag. Me despierto a las 5 y ya no consigo dormir. No son tanto los nervios de la competición como los nervios de tener que levantarme temprano para ir a competir. Compito a las 10, de modo que a las 8 quedo con Rosa que también compite a esa hora para ir juntos a las pistas. Salimos del hotel a las 8.15 a la agradable temperatura de -14º. Es domingo y hay menos autobuses. En la parada hay 3 mujeres, dos al sol y otra, masoquista, dentro de la marquesina. Imaginamos que el autobús ha pasado hace poco. El próximo pasa a las 8:38. No nos lo pensamos, vuelta para el hotel. Suerte que la parada está cerca.
Me abrigo más y cuando volvemos la parada que está más animada. Bueno, a -10º que debemos estar he visto funerales más animados. Las tres mujeres han sobrevivido, no sé como, y vamos todos para las pistas. Llego a las pistas un poco zombi de la vigilia pero me despierto de golpe.
- ¡¡¡¡Gonsaleeeees!!! - grita una voz atronadora
Es mi buen amigo Ari que está de controlador justo en la entrada de la pista. Me anima y me dice que si puede vendrá a verme saltar.
En este campeonato no se que pasado pero se han apuntado un montón de saltadores de altura al triple salto. Es más normal ver a un saltador de altura hacer triple salto que longitud, que es más para velocistas, pero a los 3 que se han apuntado, Bruce, Emmanuel y Mats, nunca les había visto hacer triple.
Me encuentro además con mis amigos del triple, Giancarlo, Mauro, Dixon y algunos más. Somos todos una gran familia.
Un español de pruebas de fondo se ofrece a mirarme el talonamiento,. No sé quien és pero acepto encantado. Empezamos y la cosa no va muy bien. Nadie está sobre sus marcas y yo menos. Después de 2 saltos ando el 10 y a la final entran 8. Mientras tanto Ari ha conseguido dejar la puerta y a venido a animarme. Me pide que me relaje pero le digo que tengo hacer todo lo contrario. Estoy todavía dormido y necesito pasar de 11 metros para entrar a mejora. Voy a por todas. Máxima tensión y velocidad, y en plena carrera noto que me rompo. Llego al foso a la pata coja, salgo como puedo y me tumbo junto al foso con mucho dolor. Nadie me hace ni puñetero caso pese a que estoy justo al lado de los sanitarios y quejándome. Miro a mi derecha y lo entiendo todo. ¿A que no sabéis a quien están atendiendo los tres sanitarios? . ¡Efectivamente! ¡A la Flanagan que acaba de hacer la final del 400 (creo que quedó tercera) y está reclamando su dosis de oxígeno!.
¿Pero que es esto? Y para acabarlo de arreglar, ¿quien viene solicito hacia dónde estamos? ¡El juez cariñoso!.
- ¡Por Dios!, ¡Que alguien me remate! ¡Que no se acerque a mí! - Pienso para mis adentros.
Afortunadamente toda la atención del juez va hacia la Flanagan que hay confianza, ya sabemos que "el roce" hace el cariño, y entonces, una sanitaria se da cuenta que estoy detrás de ella quejándome.
En un rasgo de lucidez me pregunta si me he hecho daño. Estoy por decirle que estoy tomando el sol o cualquier animalada pero me duele demasiado. Me traen hielo y una silla de ruedas. El chaval que me miraba el talonamiento me trae todas mis cosas y la auxiliar me lleva, cargado con todo, hacia el médico que está justo al otro extremo de la pista.
Por el camino una auxiliar finlandesa viene corriendo, me da la mano, a la que por cierto le faltan dos dedos, y me da animos en español. Es lo que tiene llevar la equipación de la española. Hace diez años, cuando parecíamos el ejercito de Pancho Villa, seguro que habría pasado de mi.
El médico, muy serio y un poco pallá me palpa la pierna con gesto profesional.
- Me he roto - supongo que le digo en inglés- Ya tuve una rotura en el mismo sitio en diciembre.
- No -dice con suficiencia haciendo un gesto de negación.
- ¿Una contractura? - le pregunto esperanzado
Ni caso. Luego se vuelve a su ayudante, un italiano (el machaca) y le dice
- Se ha roto -dice. Y se va.
Eso me hace reflexionar profundamente sobre qué demonios habrá entendido. O peor aún, qué demonios le habré dicho en mi perfecto inglés de Oxford.
Su ayudante me venda y me dice que ya está.
- ¿Qué quiere decir que ya está? -pienso- ¿Y como vuelvo a la grada en la otra punta del estadio? ¿A la pata coja? ¿Y la silla de ruedas? ¡Seguro que se la ha quedado la Flanagan!
Pues a la pata coja. Con las zapatilla de clavos puestas, la mochila con la cámara, el chandal y demás en una mano, y el hielo sobre la pierna en la otra.
Cuando llego a la altura del triple aprovecho y me quedo a verlo. Todos mis compañeros y Ari también se preocupan por mi estado e intentan animarme.
Al acabar la foto de rigor, todos juntos, y para la grada.



Allí explico a los amigos la rotura y me quedo hasta que se funde el hielo. Como sigue doliendome decido ir al hotel. Cuanto más descanse mejor. Mañana se supone que empiezo mi viaje por Laponia y ahora mismo no puedo ni andar.
Rosa se empeña en acompañarme hasta el autobús. Al salir giro a la derecha.
- No, por aquí es más corto - dice Rosa.
- ¿Seguro? - le pregunto.- Yo siempre he ido por este sitio.
- Si, si -me asegura- Ayer volví con Chus por este lado y es más corto.
Total, que andamos y andamos, y en vez de ir la parada que hay a la salida del estadio vamos a andando hasta la siguiente. Unos 500m más allá. No, si cuando las cosas se tuercen... 
Para colmo el suelo de la parada del autobús está helado y me tengo que sujetarme como puedo para no hacer un espagat.
El resto de la tarde lo paso con antiinflamatorios y tumbado en la cama.
Rosa me trae más hielo y después, como puedo aunque estoy mejor, me voy con ella y Fernando a una pizzería a cenar. 
Es la despedida de Jyväskylä, mañana empiezo el viaje y me apetece pasear de noche por sus calles congeladas y llenas de nieve amontonada y además es la hora bruja, ideal para hacer fotos. Porque estaré roto y no podré caminar pero la cámara la llevo encima siempre y siempre lista.




A la que queríamos ir, el bufFet,  está cerrada y al final vamos a otra que está pasada la iglesia. 






Al menos la cena la cena es estupenda y muy barata y la compañía de los amigos siempre reconforta. 
En el hotel, más hielo, antiinflamatorios y pensar, antes de dormirme, como demonios me lo  voy a hacer para ir en este estado arrastrando la maleta por Laponia.