El autobús recogió a los tres pobres desgraciados que estábamos en la parada y se metió por unas ¿carreteras? cubiertas de nieve al más puro estilo Colin McRae. De tanto en cuanto paraba y entonces, para mi sorpresa, aparecían de ningún sitio nuevos pasajeros que subían en silencio. A veces llegabamos a algún pequeño pueblo donde recogíamos a grupos de estudiantes que habían terminado las clases. Nada mejor que un autobús para sumergirse en la vida cotidiana de un país.
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